Opinión y Pensamiento

Eros como subversión

Eros como subversión

En nuestro entorno lo tenido por pacato ha sido desterrado. Disponemos de abundante información sobre sexo, higiene y contracepción, así como libre disposición entre las personas para establecer las relaciones que cada cual estime oportuno, sin embargo hay impedimentos para vivir con plenitud el eros. En este artículo describiremos los que a nuestro juicio son más significativos.

El eros es mucho más que una salida expeditiva a la tensión sexual. Es practicar el sexo con ánimo de transcender en el otro, no necesariamente con fines reproductivos, pero sí con comunicación, afecto, sensualidad, espiritualidad y todo lo que consideremos puede enriquecer un acto que si carece de estas características se convierte en un desfogue maquinal.

Para que el eros emerja en primer lugar se requieren sujetos no inhibidos en las capacidades señaladas, pues no basta con el mero deseo sexual. Es decir: afectuosos, comunicativos, sensuales, etc, y de un sustrato propicio para desplegar estas cualidades. Si observamos la sociedad que nos rodea y al individuo medio constatamos que el erotismo es una excepcionalidad que se circunscribe a quienes experimentan la “química” del enamoramiento, que es asumido como un bien escaso producto del azar y no como elección.

La enajenación convivencial en la que nos hallamos inmersos, donde las relaciones sociales no fluyen de forma natural, pues el otro es mirado con desconfianza, como competidor o potencial enemigo,  no constituye, desde luego,  el marco adecuado ¿pero no es acaso alentado este recelo desde todas las instancias?

Si atendemos a las prácticas sexuales hoy en boga observamos un empobrecimiento de las mismas dado que la mercantilización copa la mayor parte de ellas. Desde la prostitución a la venta de artilugios, la pornografía como imaginario de la masturbación, o las webs destinadas a poner en contacto a desconocidos, hay todo un abanico de ofertas previo pago. El mercado encuentra nicho floreciente de negocio en la derrota del eros de forma directa, sin embargo no es este su mayor beneficio pues, como es sabido, sujetos enajenados e hiperindividualizados propenden más al consumo (de objetos, de diversión, de entretenimiento, etc)

Por descontado que la publicidad y la industria del entretenimiento imponen modelos estéticos inalcanzables, así como usos y costumbres que a fuerza de reiteración son asumidos por los espectadores como propios.

El exceso de información, generalmente con el sello de científica, provenga ésta de expertos mediáticos o de universidades con prestigio, origina confusión dado que establecen estándares considerados normales o anormales por los cuales han de regirse quienes quieran cumplir con los parámetros correctos. Pues si en tiempos pretéritos la religión ejercía de azote represor de la moral social hoy son los expertos con voz constante en los medios quienes ejercen semejante cometido, aunque no lo llamen “moral pública” sino –en un alarde de neolengüismo orwelliano-“salud pública”.

En toda época el poder constituido ha pretendido ejercer dominación sobre la población a través de la represión sexual. Hoy el Sistema que nos rige -esa bien avenida alianza entre las mega corporaciones capitalistas y los estados y supra estados- tiene todos los medios a su alcance para lograrlo casi por completo, ya hemos citado algunos (publicidad, industria del entretenimiento, enseñanza obligatoria,  universidades, expertos, medios de comunicación, etc) a través de ellos imbuye el pensamiento que beneficia su continuidad.

Rotos los lazos de la convivencia, individualizados y enfrentados, convertidos en meros autómatas que producen y consumen y que compiten entre sí por un puesto salariado en la producción y unas metas escapistas en el consumo,  el grueso de la población es masa maleable para las élites de poder.

No basta con determinar el diagnóstico, habría que plantearse cómo revertir la situación pues la vivencia erótica forma parte del ser humano, en tanto que tal, que  la extirpen supone una castración rotunda de la libertad personal, crea eunucos al servicio del Sistema que alienta el desfogue de apaciguamiento -sexo mercantilizado, enajenado- pero recela de los vínculos que emergen en una sexualidad amorosa.

Porque he ahí la cuestión, un sexo enajenado,  entre desconocidos, vivido como acto de mero consumo donde el otro no es más que un objeto al que se usa, está en todo acorde con los disvalores que sustenta el Sistema mientras que un eros rico, vivencial, amoroso -que crea vínculos afectivos- contraviene los pilares utilitaristas, mercantilistas, del mismo. Al generar nexos fuertes entre individuos el eros supone una amenaza para la hiperindividualización y la enajenación que le es tan rentable en dividendos y dominación al poder constituido.

Para que el eros no sea una excepcionalidad que se atribuya al hecho de enamorarse, tal como lo es hoy, sino una elección vivencial, se hace imprescindible restablecer aquellas cualidades que lo propicien. Supone una rebelión íntima en primera instancia, romper con los esquemas inculcados. Ver en el otro –un igual- no a un enemigo sino a un amigo potencial. Entender el eros no como cosa sólo de novios, que la amistad no la rompe el sexo sino que añade a éste  calidez y calidad y genera un eros, que por excepcional, hoy es subversivo.

Concha Sánchez Gilardéz
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