Opinión y Pensamiento

Partir es volver a casa

Partir es volver a casa

Por Manuel Onetti

Era una fila de cuerpos desnudos. Algunos no habían estado nunca desnudos delante de otras personas. Ni siquiera bajo unas sábanas, con las luces apagadas o encendidas. Les abrían la boca para inspeccionarles los dientes. A los que les faltaba algún diente o alguna muela eran rechazados. Los apartaban de la fila. Les miraban las uñas. Las manos.  Cualquier defecto físico o psíquico. Les tocaban los testículos. Miradas de hombres del campo tan tristes como pájaros otoñales volando sobre los campos, se reproducen frente a  personas vestidas de blanco. Personas con el poder del futuro.  Mi abuelo fue apto.

El andaluz emigrante I

Entre 1840 y 1920  millones de Europeos emigraron a América, un continente aún, tras siglos de genocidio y expolio,  con grandes tierras despobladas/desconocidas  y por conquistar, llenas de riqueza y oportunidades para todo europeo que se atreviera a cruzar el charco; algunos con unas intenciones, otros con otras. Entre ellos se encontraban miles de andaluces. Andaluces que soportaron epidemias de gripe, de cólera, viruela, sarampión, grandes sequías, hambrunas,  incluso terremotos y una gran plaga de filoxera que termina por destruir el mal nutrido campo andaluz ahogado bajo el antiguo Régimen de la Restauración. Andalucía sumida en esta especie de miseria intrínseca vive su gran extensión como su mayor mal. Su alto índice de natalidad y a la vez de mortalidad por las condiciones en las que se encuentra hace que en 1853 tras la  R.O que permite la emigración a América, Andalucía se convierta rápidamente en el mayor foco de emigración española hacia el continente americano, aprovechando la gran tradición e infraestructura portuaria de nuestra región como una constante hasta la primera década del siglo XX en que se estabiliza este disparo demográfico rumbo a  América, ya fuera desde Cádiz, Málaga o Almería,  en un viaje por mar  de veinte días de duración  cuyos mayores destinos fueron  Argentina, Uruguay, Brasil, Cuba , México, Chile y EEUU; llegando incluso a destinos tan exóticos como Hawai, donde entre 1885-1914 tras un viaje de doce meses en barco llegaron unos 7.700 andaluces para trabajar en las plantaciones de azúcar y piña que el gobierno de EEUU impulsó en las islas.

El flujo emigratorio a partir de la entrada al nuevo siglo  desciende sobre todo gracias a la bajada de los índices de mortalidad provocado por la mejora de las condiciones de vida y tiende a estabilizarse. En 1941 después de la guerra Civil Franco prohibe la emigración para no quedarse sin mano de obra y mantener el silencio internacional sobre la dictadura. El analfabetismo y la pobreza  se mantienen en nuestra región, una especie de finca cerrada llena de jornaleros famélicos bajo el yugo de  terratenientes y caciques.  Esto deriva en que la emigración se concentre dentro del territorio nacional hasta que Madrid, Barcelona y País Vasco no pueden absorber más paro rural, principal motivo de que en 1960 Franco firme un convenio con Alemania, que después de la Segunda Guerra Mundial con la ayuda de los EEUU, vive un renacer económico de la mano del capitalismo (queda patente que hablamos de la Alemania Occidental). Este convenio permitirá la emigración asistida, aquella que se efectúa bajo el control y a petición del país receptor, con la cual emigrarán entre 1960-1970 unos 270.000 andaluces (40% de la emigración española) a otros países europeos y unos 8.000 fuera del continente (lugares como Australia sobre todo), sin contar aquellos emigrantes andaluces que recurrieron a la emigración no asistida, es decir, bajo ningún control estatal ya fuera de otro país o del gobierno franquista,  que se calcula fueron unos 2.000.000.

El abuelo del autor

El abuelo del autor

Colonia

Tras superar el control médico del IEE mi abuelo fue confinado en un tren bajo la supervisión de agentes sociales y enfermeros alemanes. Sevilla-Madrid-Irún-Colonia. Un tren de cuerpos famélicos. De rostros oscuros por los ojos y las barbas de varios días, de miradas cansadas e incluso perdidas por los tres o cuatro días de tren. Por la sensación de ser algo y no alguien. Una herramienta. Una vez en el destino fue trasladado a una oficina de empleo la cuál le asignó un  trabajo. Obrero de la construcción. También una habitación en un barracón con otros andaluces. Algunos conocidos del pueblo. Un barracón con un jardín bello y cuidado pero artificial. Allí mi abuelo, una especie de recitador profesional en reuniones y eventos sobre todo de índole religioso recitaría una y otra vez este fragmento del poema  Olivo del Camino  de  Antonio Machado al  que  había sometido a cierta modificación:

Hoy, a tu sombra, quiero
ver estos campos de mi Andalucía,
Olivo solitario,
lejos del olivar, junto a la fuente,
olivo hospitalario
que das tu sombra a un hombre pensativo
y a un agua transparente,
al borde del camino que blanquea,
guarde tus verdes ramas, viejo olivo,
la diosa de ojos glaucos, Atenea
para poder volver a ver los campos de mi Andalucía.

Mi abuelo estuvo un año trabajando en Alemania. Cumplió su contrato y  volvió a casa.

En todo ese año sólo volvió a España una vez. A los seis meses, ya que mi abuela dio a luz a mi tío, su tercer hijo, al que desde Alemania imaginando que en vez de vivir en un barracón y en ese jardín artificial, estaba en el campo andaluz y en su casa pobre de vecinos pero llena de luz, recitaría este poema que me ha llegado inconcluso y del cual desconozco su origen:

Quedarme en tus brazos muertos
como un cuchillo de punta
siempre pendiente del pecho
salgo de mi casa al campo sólo con tus pensamientos
para acariciar la tela de aquél pañuelo que se te cayó un domingo cuando salía del templo
ay nunca te he dicho vida que yo no tengo
y mira sus iniciales y las contempla en silencio
para que el campo vea lo que yo te estoy queriendo 

la otra tarde mira, no vuelvas hacerlo
te vi besar a mi hijo  a mi niño el más pequeño
¿¡y cómo lo besaría!?
que a mí se me llegó a inflamar vena tendón y nervio
salí corriendo a mi casa
alcé a mi niño del suelo
como un ladrón al acecho en su cara de amapola
ay mordió mi boca tus besos
pase lo que pase
y aunque se entere todo el pueblo …

Lituania es Verde y Roja/Andalucía es Verde y Blanca.

En 1944 Jonas Mekas con tan sólo veintidós años se ve obligado a huir de Semeniškiai, una pequeña aldea al norte de Lituania, tras descubrir que la máquina de escribir en la que traducía las noticias de la BBC y publicaba en un boletín semanal sobre las novedades de la guerra contra Alemania, fue robada del granero de su tío donde la escondía. Mekas que ya antes había sido perseguido por los soviéticos por su postura antistalinista, reflejada sobre todo en uno de sus poemas, ya que a su corta edad  ya era un poeta de cierto reconocimiento en su país, se ve obligado a huir de su tierra, ahora bajo la ocupación Nazi, junto con su hermano Adolfas. Esta huída los llevaría  a vivir en campos de prisioneros, obligados a trabajar en las fábricas  alemanas, y al final de la guerra en campos de refugiados hasta que en 1949 logran llegar a Nueva York donde Jonas  desarrollaría su carrera artística llegando a ser el máximo exponente  de lo que se conoció como New American  Cinema  Group, referente de cine experimental y hombre a la cabeza de la Anthology Film Archives.

Jonas Mekas tardaría veinticinco años en volver a Lituania. En su película Reminiscencias de un viaje a Lituania nos muestra el fin de ese viaje. Al comienzo de dicha película vemos una reunión de Lituanos en un parque en Nueva York.  Su descripción es la siguiente: “Animales tristes y moribundos, en un lugar al que no pertenecen, que no reconocen”. Como los andaluces en los barracones alemanes. A pesar de las alegrías  y los cantos pasajeros en la compañía del compadre. Un emigrante no deja de ser un desplazado. Un desplazado por el hambre o la persecución. Mekas vuelve a beber el agua fresca de Semeniskiai sacada de un pozo por su madre, una anciana ya, que aún cocina al aire libre. Rodeada de una tierra verde y roja por la hierba y las bayas.

El emigrante en su vuelta a casa busca momentos del pasado, momentos que ya no reconoce en una nueva realidad, aunque en su cabeza haya permanecido suspendido.

Jonas Mekas nunca olvidó los largos, profundos y gélidos inviernos, el viento quemando su cara a través de los campos. Como el seco invierno del interior andaluz. Que corta el rostro de los jornaleros convertidos en obreros de la construcción en Alemania. Rostros que a pesar del frío permanecen a la espera siempre del sol andaluz. En una Andalucía verde y blanca.

partir es volver a casa

El emigrante andaluz II

Ahora, yo mismo he  recurrido a la emigración asistida. Un contrato de diez meses en Lituania para trabajar en una biblioteca. Aunque la mayoría de los emigrantes andaluces en la actualidad tengan que recurrir a la emigración no asistida, destino Reino Unido o Alemania, o a  cualquier otra parte del mundo. Los actuales emigrantes andaluces seguimos yéndonos de nuestra casa. Seguimos alimentándonos en nuestro viaje de toda esa luz que nos da nuestra tierra que dependiendo el paso del tiempo se convertirán en meras reminiscencias. Pero con el peso de lo que significa ser andaluz. Con el peso de la historia de miseria que nos persigue. Bajo el yugo en el que nos encontramos. Del que huimos pero conscientes de que en el momento de que partes, ya estás volviendo a casa. Al igual que hace dos siglos, Andalucía sigue siendo la región más poblada del estado español. Y también sigue siendo una de las más pobres. Esta miseria de carácter intrínseco que mencionábamos antes no es una miseria natural que nazca de nosotros los andaluces ni de nuestra tierra. Nuestra tierra es rica. Esta miseria ha sido impuesta externamente durante siglos (podríamos concretar que desde la conquista cristiana pero merecería un estudio a parte). ¿Y cómo es posible que el andaluz siendo un hombre rico por consiguiente, ya que es hombre de su tierra y de su sol, que alimenta e ilumina nuestras ideas y nuestra vida, haya permitido la instauración externa de esta pobreza y este sometimiento? Quizás este hecho, en el que siempre salimos perdiendo, tenga que ver con que el andaluz no es un hombre que se encuentre cómodo en el enfrentamiento, la confrontación en esta relación de poder, que como personas y como pueblo nos encontramos todos. El andaluz ha preferido durante siglos el instante de libertad bajo el olivo que una amplitud verdadera de libertades. Pero no por cobardía como demuestran los numerosos casos de lucha vividos en nuestra tierra históricamente. Sino por su carácter. Su carácter pacífico y amante de la libertad. Carácter que reflejamos ya sea agachados en el campo, erguidos en universidades americanas, orgullosos en salas de exposiciones europeas, o trabajando en un café de Londres. Porque la paz de nuestra tierra y nuestro Sol así nos ha hecho. Hombres de paz. Hombres que siempre intentan volver a casa con la misma esperanza que en estos momentos intento seguir los pasos de Jonas Mekas por este pequeño país. Buscando sus recuerdos, intentando no perder los míos, siempre volviendo  a casa.

Epílogo

Mi abuelo emigró a Alemania en 1969. En 1974 emigraría de nuevo durante tres meses a Suiza. En todo ese tiempo emigró en diferentes periodos de tiempo  y duración a Cataluña donde residía parte de su familia. Aunque en este artículo no se trate la emigración interna, que duda cabe mencionar como todo el mundo conoce, que especialmente durante el Franquismo los andaluces se hicieron presentes en todo el norte peninsular, sobre todo en Cataluña, siendo el mayor foco de emigración dentro del territorio nacional, enriqueciendo el intercambio cultural que perdura hasta nuestros días. Yo mismo también he sido emigrante en Madrid durante cuatro años en los que he podido comprobar de primera mano qué es un emigrante andaluz   o cualquier otro emigrante. Esa persona que siempre quiere volver a casa y a la que en demasiadas ocasiones sólo le quedan reminiscencias.

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