Despegando
Por Mauricio Martín Gómez
«En el interior del Palacio de los Deportes del Real Madrid había como un centenar de banderas verdiblancas. Sonaban los gritos por una Andalucía libre, por un poder andaluz, y, con ocasión de las «sevillanas democráticas», se coreó «pan, trabajo y libertad». Entre las adhesiones, se leyó un telegrama de los jornaleros andaluces del SOC, y se expresó la solidaridad de los países árabes (sic). Estaban presentes los embajadores de Libia y de la República de Emiratos Árabes«. Así viene relatado en el libro de Balbino Gutiérrez «Enrique Morente. La voz libre» (SGAE, 1996) el ambiente que se vivió en un festival musical que organizaron en Noviembre de 1977 algunos andaluces residentes en Madrid, y que, una vez más, no era sino un pretexto para expresar aspiraciones políticas y posturas ideológicas. Aspiraciones que Enrique Morente compartía, y por ello no dudó en acudir a la llamada de sus paisanos. Aunque no sólo acudió a esta llamada.
El viernes 25 de ese mismo mes de Noviembre de 1977, participa en en el Palau de la Música Catalana de Barcelona, dentro de los actos de clausura del Congrés de Cultura Catalana, en un, cito literalmente, «Homenatge dels cantants de la resistència a Andalusia, Castella, Euskadi i Galícia als Països Catalans«, celebrado tras una mesa redonda titulada «Galícia, Euskadi i els Països Catalans davant l’autonomia«. En dicho homenaje participaron también Julia León, Mikel Laboa y Miro Casabella. El acto fue presentado por el senador por Cataluña Francex Candel, y los cantantes fueron presentados por Pi de la Serra.
Un año antes, en abril de 1976, Enrique Morente aparece en el Teatro Español de Madrid, participando en la obra teatral “7.000 gallinas y un camello”, de Jesús García Campos, obra que había recibido el Premio Lope de Vega en 1974. Sólo el título ya nos dice mucho acerca del tipo de teatro del que se trata, pero mejor me remito a las fotografías en las que se le ve siendo descolgado desde la altura del escenario o cantando acompañado por un grupo de rock y un grupo de músicos de cámara.
También en el año 76, Morente aparece en el primer álbum de su paisano Carlos Cano «A duras penas«, en concreto en su tema más vanguardista («Anochece«), muy en la línea del tema «Behind the stars«, mantra hipnótico en el que se alza la voz de Juan «el Lebrijano» sobre una base de sitar y tabla india, y que habían publicado sólo unos años antes los sevillanos Smash. Enrique y Carlos habían participado en el Homenaje Internacional a Federico García Lorca que la UNESCO organizó en la capital francesa en 1972, y ya por aquel entonces habían acordado grabar juntos un tema que Carlos Cano compuso en 1970.
Todo esto viene a colación para señalar el contexto en el que Morente concibió, compuso, grabó y publicó el álbum que nos ocupa: «Despegando«, primer y único disco que grabó para CBS, después de estar toda una década publicando sus trabajos a través de Hispavox (recordemos que ese mismo año Hispavox había publicado su «Homenaje a D. Antonio Chacón«).
«Despegando» no es un disco flamenco al uso. Ya desde el título se sitúa en otro territorio. Seguramente, nunca antes se había utilizado ese verbo en el flamenco, guardián depositario, por aquellos entonces, de una poética decimonónica impuesta por el mairenismo imperante. A lo sumo, quizá alguien había hablado de aviones o de vuelos en alguna rumba, pero nadie había osado usar ese verbo, tan ligado a la modernidad, en el flamenco que se pretendía cabal. Y de pronto, aquí llega Enrique Morente (el «cantaor rojo«, como un sector de la crítica, y de la sociedad, le denominaba) que nos dice que «despega«… A partir de ahí todo pasa a ser interpretación personal. Eso es característico de las obras de arte de calidad: sugieren, pero no explican. Todo queda abierto. Despegando, ¿de dónde? ¿hacia dónde? ¿de la miseria andaluza? ¿hacia el futuro? ¿ del flamenco de museo? ¿hacia el flamenco inexplorado?
Hay que señalar, haciendo honda la verdad, que el artífice de semejante título fue el productor del disco, José Luis De Carlos, cuya política siempre era (im)poner el título en cada uno de los discos que producía: «Gypsy rock» para Las Grecas, «Poco ruido y mucho duende» para Manzanita, «Gitano soul» para El Luis, y un largo etcétera.
Volviendo al título en cuestión, personalmente, lo primero que me sugiere es el típico «despegando, que es gerundio«. Despegando, que ya va siendo hora de dejar atrás muchas cosas del flamenco (y de la vida, porque el flamenco es una forma de vida). Es como si nos dijera «Despegando. Ya. Ahora. Estoy en ello. Por fin realizo esa idea que tanto admiró de Pepe (de la Matrona): si quieres dar un gran salto tienes que coger carrerilla, así que para dar un gran paso adelante, tienes que dar antes dos pasos atrás«. Esos «dos pasos atrás» acababa de darlos ese mismo año con el arriba citado homenaje a Antonio Chacón, artista al que admiraba profundamente, y del que veía claramente su gran importancia en el flamenco. Importancia que aún tenía, por mucho que hubiese «una ola antichaconiana«, como él mismo decía, que se empeñaba en ignorar a Chacón sistemáticamente. La partida, al menos en parte, la ganó Morente, ya que su disco/homenaje fue Premio Nacional del Ministerio de Cultura al año de su publicación, en 1978.
Así que era hora de dar el salto. Y se trataba de un salto de tan enormes proporciones que se convirtió en un despegue… Como el de San Juan de la Cruz, uno de sus poetas predilectos:
«Tras de un amoroso lançe,
y no de esperança falto,
bolé tan alto, tan alto,
que le di a la caça alcançe.
Para que yo alcançe diese
a aqueste lançe diuino,
tanto bolar me conuino
que de vista me perdiese«.
Y el despegue se ve ya en la carpeta del disco, que posee una estética bien diferente a la que tenían la gran mayoría de los discos de flamenco en aquellos años. En contraposición, nos encontramos con una estética más propia de un disco de rock y/o de cantautor: un escueto y chocante título («Enrique Morente – Despegando«) en letras blancas y no muy grandes, estampado sobre ese color marrón indefinido, preside la enorme fotografía en blanco y negro que ocupa casi toda la portada, obra de Mario Pacheco. La fotografía nos presenta a sólo dos de los protagonistas del disco, Enrique y Pepe Habichuela, echados sobre una pared blanca y con desconchones, en lo que parece ser eso que se llama «echarse un cigarrito». El contraste entre el negro y el blanco de las ropas y de la pared encalada, el momento que capta la cámara, la actitud de los protagonistas de la fotografía…todo ello nada tiene que ver con las estáticas y planas fotografías a color en los que el artista flamenco aparecía casi siempre en una pose típica de estudio fotográfico. Tampoco se nos informa de que sea un disco de flamenco. Si no sabes previamente quién es Enrique Morente, hay que darle la vuelta a la carpeta para deducir, leyendo los créditos, que nos encontramos ante un disco flamenco.
Y, una vez ya en la contraportada, nos encontramos otra fotografía más pequeña, también en blanco y negro. En ella sí que aparece Enrique en solitario, como si nos quisiera decir que el disco es obra de tanto del cantaor como del guitarrista, y por eso aparecen ambos en la portada. La imagen también nos aclara el pequeño enigma de la fotografía de portada: para quien lo sepa leer, la cerámica y el cobre de la misma pared nos remiten a la ciudad de Granada, a las casas del Albayzín y del Sacromonte. Todo queda aclarado en la contraportada: nos hallamos ante un disco de flamenco, y de flamenco granadino, para más señas. Esto es algo que también diferencia al disco de otros discos de flamenco de la época. El trabajo fotográfico es de un alto valor, tanto informativo como artístico. Y no es de extrañar, pues ambas fotografías son de Mario Pacheco, como decíamos, que fue el creador, años después, del importantísimo sello Nuevos Medios, en el que produjo una larga lista de discos imprescindibles de los 80 y 90, en su mayoría discos de lo que él mismo vino a denominar Nuevo flamenco… Ahora que lo pienso, sería interesante saber si, aparte de la fotografía, Mario intervino en algún aspecto más de este Despegando.
En cuanto a otros aspectos del disco de los que se nos informa en la carpeta, como pueden ser la producción o los arreglos, llama la atención que el productor sea el citado José Luis de Carlos, si tenemos en cuenta los discos que venía produciendo en los últimos años, discos todos ellos que estaban a mucha distancia de lo que Enrique había grabado hasta el momento. Bien mirado, esa información ayuda a comprender totalmente el porqué del título del disco. Nos hallamos ante otro de los «vuelos de altura» de José Luis de Carlos. Y esta vez tenemos de copiloto a Enrique Morente. Ambos se conocían desde 1967, cuando, en su búsqueda de nuevos valores para Hispavox, aquel descubrió a este. Cuenta el propio Enrique que el guitarrista Pepe Romero le «presentó a José Luis de Carlos, que trabajaba entonces en Hispavox, y después fue una figura de la producción flamenca[…]«. El resultado fue la grabación del primer disco de Morente y también una relación de amistad que nos lleva hasta 1977, cuando se vuelven a reunir para trabajar en lo que sería Despegando, en una época en la que ambos eran ya «figuras».
Productor principal dentro de la compañía CBS, y sin duda el productor con la mente más abierta del momento, por aquellos días de 1977, José Luis de Carlos asistía a la caída en picado comercial y profesional de su principal producto, el dúo Las Grecas. Tan sólo tres años antes les había producido Gypsy rock (1974), uno de los discos imprescindibles de la historia del pop, del rock y del flamenco de este país. Probablemente no había mejor productor para ponerse al frente de los temas que Morente proponía. Y el resultado fue (es) el esperado, ya que el sonido del álbum no tiene nada que ver con el arriba citado Homenaje a D. Antonio Chacón del mismo año, y cuyo responsable es José Blas Vega, quien con más buena voluntad que otra cosa, consiguió todo lo que humanamente se podía conseguir con los escasos medios que la compañía Hispavox puso a su disposición, sobre todo en lo referente a estudios de grabación.
En contraposición, José Luis de Carlos trabajaba en los modernos estudios de CBS en Madrid, cuyos resultados se pueden apreciar en sus trabajos anteriores, no sólo con Las Grecas, sino también con Los Chorbos, El Luis o Manzanita (guitarrista muy ligado a Enrique Morente desde principios de los 70). Estos trabajos los hizo recién llegado a Madrid, después de vivir unos años en Nueva York y asimilar la concepción que allí se tenía en lo referente a producción de un disco. Esto, unido a su enorme cultura musical de todo tipo, fue determinante. Es él quien consigue esa nitidez, ese brillo y esa profundidad en el sonido de los temas, que, según reza en la contraportada, tienen arreglos «colectivos: sobre ideas de Enrique Morente«. El disco se estaba convirtiendo en otro producto más de esa especie de «TAMLA MOTOWN» flamenca que era el conjunto de producciones de José Luis de Carlos para CBS, producto que, como el propio José Luis de Carlos cuenta, «es un disco en el que se trabajó un año entero y que costó mucho trabajo sacar«. Quizá sea sólo una conjetura, pero el trabajo y la relación de Enrique con este productor tan rompedor, tan importante y tan poco reconocido, hace pensar que en aquel 1977 seguramente ya estaba plantada la semilla de lo que veinte años después sería el disco Omega…
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