Las ejecuciones realizadas en Jordania, inaceptables desde todos los puntos de vista.

Sajida Al Rishawi fue ejecutada tras intentar inmolarse en Amán, le falló el detonador.
La barbarie yihadista alcanza límites realmente aberrantes y se requiere una reacción mundial de quienes se dan cuenta de la necesidad de rechazar, sin contemplaciones, los gravísimos delitos que cometen -¡en nombre de Dios, qué dislate!- los siniestros representantes del llamado “Estado Islámico”.
Pero aplicar la ley del Talión, aunque puedan invocarse reacciones emocionales, es un tremendo error porque significa situarse en el mismo plano de los asesinos yihadistas.
El gobierno jordano, acuciado por el horror de las ejecuciones, se ha dejado llevar por la ira. Comprendo las dificultades de actuar serenamente en casos parecidos, pero no me cabe duda de que un Estado no debe, en circunstancia alguna, aplicar la pena capital.
Como Presidente de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte que aboga por la abolición, lamento profundamente lo acaecido y la tibieza de la reacción de los países de la Unión Europea
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