Hay una serie de viñetas feministas absolutamente geniales que vienen y van por los muros de facebook, si no me equivoco, son de Carol Rosetti. Se componen de una foto con mujeres que lucen un estereotipo habitualmente calificado como negativo por la sociedad con un lema ridiculizando el hecho de que, por ejemplo, una mujer calva deba llevar peluca o no pueda tatuarse por el qué dirán.
De entre todas ellas me llamó la atención más que las demás una sobre Maite, lesbiana, que, según dice la viñeta, cuando se echó su primera novia a los dieciséis, la gente decía que “estaba experimentando”, no obstante, Maite, cuando su hermana se echó su primer novio, lo que pensaba es que esta última estaba “en una fase”.
Seguramente por el albor de la entrevista de Risto Mejide a Jorge Javier Vázquez, he pensado que las cosas de dentro del armario deben de ser muy oscuras.
Nunca lo he entendido, pero cada vez lo entiendo menos. ¿Qué tendrá que ver la gente con lo que cada uno quiera o no quiera hacer? La sexualidad es tan relativa como estricta la opinión. Los cánones tan rígidos. Hemos pasado del “bueno, puede ser gay, pero eso es raro”, al “bueno, pero tendrá que ser una cosa o la otra, pero lo de quedarse en medio, eso es extraño”. Y yo creo que lo que es verdaderamente extraño es que una persona no haga lo que le de la gana en la buena medida en que su pareja, (o como dijo Bendetti) su despareja, o el plural de ambas, se dejen hacer.
Apuesto, supongo, por la no definición. Dicen los teólogos que no se debe pronunciar el nombre de dios (las tres grandes religiones coinciden en esto) porque cuando se le pone nombre a algo se le limita, y dios está en todas partes, por lo tanto es tan ilimitado como indefinible. Perdónenme el agravio comparativo, no he querido ofender, lo que sí quiero resaltar es que si ponemos nombre a la sexualidad, esta pierde su libertad, pues ya no puede ser otra cosa que lo que la etiqueta diga.
Por eso la gran pregunta no es por qué salir del armario, esa ya está más que contestada; fuera se está mucho más feliz, estoy seguro. Eso de esconderse, de poner al sexo por delante del nombre propio, como si tuviera más importancia la sexualidad que la personalidad en sí. Eso no tiene ningún sentido.
La pregunta no es por qué salir del armario: La gran pregunta es por qué entrar.
Sé libre, carajo.
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