Despedida (Tarik y la Fábrica de Colores)
El sábado pasado, Tarik y la Fábrica de Colores dio su último concierto. Y tuvo lugar donde tenía que tener lugar: en Córdoba, la ciudad donde comenzó la aventura.
La celebración del 25 aniversario de la publicación del primer disco concluyó —después de un concierto en El Sol de Madrid y otro en el Teatro Góngora de Córdoba— con el que es y será el último concierto de la Fábrica de Colores. Ya no habrá más. Así lo dispuse, y escondí mi decisión hasta el último momento, justo antes de los bises.
Siento haber sorprendido a mis compañeros de viaje encima del escenario, pero no se me ocurrió otra forma de hacerlo público. Y la despedida no podría haber ocurrido con otros, sino con Paco Prieto, Fernando Vacas y Eric Jiménez. Jamás consentiré que delante de mí se ponga en cuestión su talento ni su grandeza humana. Lo han dado todo en este viaje, han estado en la calma y en la tormenta, en las luces y en las sombras; me alentaron en el desánimo y me previnieron en los elogios. Son los mejores. Todos quieren tocar con ellos y a mí me acompañaron por el túnel mágico, misterioso e incierto de la Fábrica de Colores.
Como vaticinando que iba a ser una noche especial, el público llenó el patio de los arcos del Palacio de Viana, un lugar más que apropiado para esta despedida por fantástico e inusual. Me sentí como en los primeros conciertos de Tarik y la Fábrica de Colores: turbado, con las emociones a flor de piel. Se congregó allí gente que acudía desde diferentes ciudades andaluzas. Entre la complicidad del público, fuentes y buganvillas, estrellas y palmeras, las canciones me sonaron oscuras y rabiosas, justo como las concebí desde el principio de esta andanza.
Gracias a todos. Que suba la música otra vez.
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