A mis amigos sevillanos que ni han salido
ni piensan salir del ombligo de Sevilla.
No saben, amigos, lo que me sorprendí cuando llegué a Londres un “Friday of pains” (Viernes de Dolores). Las mujeres y los hombres lucían atuendos clásicos y visitaban los templos de toda la City. Los aledaños de Saint Paul estaban llenos de una especie de gradas que dejaban un pasillo en medio, como si fuera a pasar un desfile. Cuán fue mi sorpresa cuando entré en la Iglesia de The Saviour y contemplé en sus entrañas una especie de altar portátil de roble y oro con una escultura de madera policromada encima: aquel era el templo donde la cofradía de The Royal Brotherhood of the Sacred Entry in Jerusalem, cuya escultura titular era conocida por todos como “The lil’ Donkey” (La borriquita), guardaba sus imágenes.
Ahí empezó todo. No me pude imaginar lo que vendría posteriormente. The City se convertía en un amasijo de personas que se movían sin parar por el centro buscando a los susodichos conjuntos escultóricos. Se forman unas aglomeraciones terribles que los londinenses llamaban “bullation”, pronunciado “bulleishon”, mientras veían ensimismados pasar a cofradías como The Love (El Amor), Bitterness (Amargura) o Lil’ Cheap (El Baratillo). No me lo podía creer, eran esculturas moviéndose al ritmo estremecedor de una banda de música gigantesca. Arte puro. Inolvidable el paso de Bitterness por los Jardines de Kensington.
Llegó el Jueves Santo por la noche, Londres se puso como un pincel y salió a ver su gran noche cofrade. Había tres hermandades que relucían más que el resto en la nocturnidad, dos de ellas rivales: The McArena (fundada por el colectivo escocés que se mudó a Londres tras la conquista de Eduardo I) y The Hope of Waterloo (La Esperanza de Waterloo), fundada por el colectivo de marineros del barrio castizo de Londres. Aquel londinense que fuera McArenerer, te diría que esa noche no te podías acostar sin ver a The McArena “by her arc” (por su arco), sin embargo, quién fuera de Waterloo sin dudar te animaría a ver su virgen “by her bridge” (por su puente). Es especialmente emocionante escuchar a los londinenses gritar a The McArena: “Mcareeeeeeeeeeeeeeeeeena (y a coro) PRETTY! McAreeeeeeeeeeeeeeeeena PRETTY! McAreeeeeeeeeeeena PRETTY, PRETTY, PRETTY!”, como lo es escuchar a la banda de The Sun tocándole la marcha “There it is” (que en andaluz sería “Ahí queó”) al Christ of the Three Falls. Y desde luego, es sorprendente escuchar a los entendidos de Semana Santa londinense hablar en sus propios términos, como por ejemplo cuando dicen: “How it walks, my soul, how it walks… What a wonder…” (Cómo anda, mi alma, cómo anda… Qué maravilla…). Extrañamente, nadie sabe bien cuál fue la ofensa que desató esa rivalidad.
Otra cosa que hay que ver en esa noche es la procesión de The Great Power (El Gran Poder), un Cristo solemne que impone su figura cuando va por la Love of God Street, que se calla a su paso, temerosa y sollozante.
Estos conjuntos escultórios no se mueven solos, en sus entrañas van dos decenas de hombres de una estatura muy parecida dirigidos por un capataz, cuyas órdenes jamás podré olvidar, así como sus diálogos:
—Johnyyyyyyyyyyyyy (nombre sajón por antonomasia).
—Tell meeeeeee (dime).
—How are youuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu, my heart? (¿Cómo estás, corazón?).
—FINEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE (bien).
—So, let’s go (po’ vámono).
—Aye (Enga).
—This getting up, we’ll dedicate it to our brothers who can’t see us tonight. To the heaven of London with him. Theeeeeeeeeeeeeeeeeeeere we go! (Este levantado se la vamos a dedicar a nuestros hermanos que no nos pueden ver esta noche. Al cielo de Londres con él. ¡A esta es!) —Y aquel grandioso rectángulo de madera con Nuestro Señor encima se levantaba con el coraje y la fuerza de todos los presentes, que poníamos el cuello junto a nuestros hermanos costaleros.
Aparte de la solemnidad cristiana que desprende esta soberana Semana de Pasión londinense, también existe la típica guasa británica. Dado el aciago clima de la ciudad, rara es la Semana Santa en la que todas las hermandades pueden hacer su estación de penitencia, así, la hermandad de The Puppy (El Cachorro, vecina de The Hope of Waterloo) no es precisamente la más afortunada en este sentido: de los últimos nueve años, sólo ha podido salir uno. No en vano, cuando un londinense no sale durante un largo periodo de tiempo, se le dice la frase “you get out less than The Puppy” (Sales menos que El Cachorro).
No me quiero quedar sin nombrar a otras cofradías que me llamaron excepcionalmente la atención, como The Peace, The Museum, The Horses, The Thirst, Judas’ Kiss, The Dinner o The Bakers.
En cualquier caso, después de mi primera Semana Santa en Londres, creo que no me hace falta ver más en el mundo para saber que no puede haber otra como esa. Con ese arte, esa pureza, esa Oxford Street empetaíta de gente por ver pasar a su Cristo… Inigualable…
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