Pasaba la medianoche cuando comenzaron a sonar los primeros acordes de Pájaro Jack, y ahí mismo quedó claro que no iba a ser un concierto cualquiera. Los granadinos siguen avanzando en su propuesta y, como buena parte de los grupos más interesantes del panorama pop-rock, saben que el directo no es una simple representación de las canciones del disco sobre un escenario, sino la oportunidad de dotar a estas de un extra de intensidad, de hacer de cada concierto un espectáculo único.
Cerca de un par de horas después, Checopolaco cerraba la noche del Madchester Club de Almería confirmando la hipótesis: toda buena canción se convierte en grande con la adecuada interpretación en directo; y cuando se tienen grandes canciones, todo resulta más sencillo.
Pájaro Jack y Checopolaco aprobaron con sobresaliente y demostraron que su carrera prosigue en crecimiento constante. Reciente aun la primera mitad de su álbum Vuelve el bien, Pájaro Jack ofreció un concierto que fue sumando en intensidad según iban desgranando las canciones de este y otros discos.
Destaco de modo especial el trabajo de melodías vocales, con esos juegos a dos y tres voces que recuerdan a aquellos primeros Lori Meyers que tanto bebían del rock español de los sesenta; solo que, en el caso de Pájaro Jack, la cosa transita más hacia el terreno del rock alternativo, con ciertos ecos de folk (más patentes estos últimos en disco, por otra parte).
Asimismo, el carácter especial de la banda puede comprobarse también en detalles como el de añadir a la batería un tambor extra; un instrumento para desahogo de un inquieto Dani Guirado, el almeriense -de Roquetas- del grupo, que no se tomó un respiro, desdoblado entre ese tambor, los teclados y las voces.
Pequeños detalles que van sumando y justifican los elogios que empiezan a lloverles por parte de la crítica especializada.
Tras la (breve) pausa de rigor, Checopolaco y su banda dejaron claro que no iban a quedarse atrás en cuanto a favor (y fervor) del público. Su arranque con una potenciada Verte al Norte provocó un repentino silencio en la sala.
Este extra de intensidad vino, sobre todo, de parte de la garganta de Julián, que cambió de registro respecto a la grabación, de ese fraseo suave del disco a un dejarse la voz a lo punk que dio un nuevo aire a la canción. Y desde ahí, el listón no bajó en ningún segundo, con hitos como la tan tremenda El batallón y una versión de The Cure.
Checopolaco llegaban con nuevo EP bajo el brazo, Los misiles/bieenn!!, pero el grueso de su concierto, no podía ser de otra manera, vino de su álbum homónimo, uno de esos discos que en esta revista no nos cansaremos de recomendar, fue uno de los más destacados de ese año.
Como en el caso de Pájaro Jack, las canciones de Checopolaco también se vieron favorecidas por la reinterpretación en directo, con el aporte extra de energía, que dotaba a los temas de una densidad eléctrica casi tangible.
Así que si algo quedó claro tras dos conciertos tan destacados como estos es que Pájaro Jack y Checopolaco tienen todo lo necesario para encontrar su espacio en el panorama del indie-rock del país: buenas (e incluso grandes) canciones y actitud y pericia sobre el escenario. En realidad, solo les falta que más público les conozca. Id contándolo por ahí.
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