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Miguel de Molina, el malagueño que no quiso volver

Miguel de Molina fumando

Miguel de Molina, el malagueño que no quiso volver

Rojo, republicano y maricón, una combinación explosiva a finales de los años 30…

Miguel Frías de Molina nació en Málaga en abril de 1908, el mismo año que Rafael de León pero en el seno de una familia humilde que se sostenía gracias a la sensibilidad y determinación que atesoraban las seis mujeres que lo criaron.

De pequeño estuvo interno en un colegio de curas hasta que su madre, tras la agresión de Miguel a un cura que intentó besarle en la boca, decidió cambiarlo a un colegio de monjas.

En su adolescencia, tras su obligado paso por la mili en Algeciras, trabajó limpiando en un burdel. Una de aquellas noches una prostituta se le insinuó con tanta insistencia que Miguel no pudo frenarla más que confesándole su homosexualidad. Un tema que siempre llevó con normalidad.

A finales de los años 20 el nombre de Miguel de Molina comenzó a destacar en tablaos flamencos y cafés cantantes, Miguel, una vez profesionalizado decidió entregarse en exclusiva a la copla andaluza triunfando con espectáculos en los que incluía canciones, hoy clásico,s como El día que nací yo, Triniá, Te lo juro yo o La bien pagá, la copla de Juan Mostazo que interpretaba como nadie.

La copla era el género musical de mayor éxito entonces. En la mal llamada guerra civil española podías escuchar Ojos Verdes en ambos lados de la trinchera; en el lado republicano en la voz de Miguel de Molina, para el que había sido compuesta, y en el lado de los fascita, en la voz de Concha Piquer, que aprovechando su posición llegó a grabarla en 1940 evitando la censura. Miguel tuvo que cambiar la letra mientras que la Piquer… Resultaba poco transgresor que una mujer cantase una copla de un amor homosexual.

Todos admirando los mismos ojos que inspiraron a Rafael de León.

miguel de molina

Miguel de Molina

En 1935 Miguel de Molina ya era el intérprete masculino más destacado y popular, llegando a cobrar 5.000 pesetas -una pasta- por actuación.

Meses después de la guerra, a principios de la dictadura franquista, un empresario ladrón afín al régimen le amenazó con denunciarle por republicano si no aceptaba cobrar diez veces menos. Ese chantaje le hizo replantearse varias cosas.

Por entonces Miguel contaba entre sus pretendientes con un militar de familia poderosa, un coronel al que rechazó varias veces… Llegaron más problemas cuando fue delatado por Concha Piquer y Salvador Dalí… En Madrid, al poco de su última negativa, durante una actuación en lo que hoy son los Cines Callao le berrearon desde el gallinero: «Mariquita«.

Él, sin inmutarse, respondió: «Mariquita no, maricón, que suena a bóveda«.

A la salida del teatro miembros de las Escuadras de Camisas Negras de Falange; José Finat y Escrivá de Romani, conde de Mayalde, que llegaría a ser alcalde de Madrid de 1952 a 1965, Sancho Dávila, que alcanzaría sin oposición la presidencia de la Federación Española de Fútbol y un tercer elemento sin identificar le esperaron a la salida.

Primero acusándole de rojo y de haber ayudado al ejercito republicano mientras se hacían pasar por policías, para terminar persiguiendolo por las calles de Madrid al grito de maricón. Primero le rodearon y le raparon de mala manera. Luego llegó una paliza casi mortal. Lo cuenta a su manera Jaime Chavarri en la película Las cosas del querer de 1989, un éxito de taquilla cuya producción, según dejó escrito el propio Miguel, no le pagó los derechos por utilizar de manera libre su historia personal.

A principios de los años 40, una vez recuperado de la paliza y harto de fascistas, homófobos y explotadores se exilia a Buenos Aires.

Casi en la ruina pero con recursos. Cogió el dinero que tenía y alquiló un teatro. Convocó una rueda de prensa en el mejor hotel de la ciudad, llamó a toda la prensa especializada y desde la misma habitación en la que estaba encargó a una floristería cercana varios centros y ramos de flores dedicados «a Miguel de Molina» firmados con apellidos compuestos de las familias más poderosas de Argentina.

Cuando llegaron los periodistas a la sala, les hizo esperar lo suficiente para que todos se preguntaran sorprendidos quién era aquel artista que recibía esos honores. Primer éxito. Con la atención llenó el teatro y pudo rehacerse en Sudamérica.

En España no lo olvidaban, el coronel despechado requería a la embajada española en Argentina su extradición por su condición de homosexual.

Miguel se entera y se aleja. Emigra a México donde en una de sus primeras funciones, Cantinflas, viendo peligrar su liderazgo, llega a protagonizar uno de los episodios más bochornosos de la época, cuando interrumpió el espectáculo borracho como una cuba y soltando improperios… Le echaron del teatro y más tarde acabaría siendo el preferido de Franco.

Años más tarde Eva Perón le pide volver y Miguel regresa a Argentina con todas las puertas abiertas, le llueven los contratos y ya no tiene que temer, ni siquiera en España. Evita tenía a Franco comiendo de la mano. Argentina no se sumó a la recomendación de Naciones Unidad de aislar a la dictadura franquista y era el proveedor más importante de trigo, maíz y carne para que se pudiera alimentar la mermada población española.

En España nadie tosía a Evita. Estuvo de viaje en Madrid durante 18 días llegando a sugerir al dictador transformar El Escorial, delante de representantes del Gobierno y la jerarquía eclesiástica: «Se podría dedicar este enorme edificio a algo útil, por ejemplo una colonia para niños pobres, ¡Se ven tantos!». Evita no bajo el nivel, hasta llegaron a verse entre el público de su discurso de despedida en el Palacio de Oriente pancartas que decían: «Los obreros de Franco saludan a los descamisados de Perón.» 

Miguel de Molina era un hombre guapísimo y con un estilo fantástico. Un artista honesto y meticuloso, un perfeccionista que cuidaba al detalle todos los elementos de su figura, desde la vestimenta; botas, camisas y sombreros, hasta los carteles, la prensa y la publicidad.

Es cierto que volvió a España en 1957, pero muy pocas semanas y para grabar una película. Tres años, con 52 años, decidió terminar su carrera artística y fijó su residencia temporal en Nueva York. Allí conservaba amistades desde que actuó en Broadway junto a la hija de un sevillano; Rita Hayworth, la máxima estrella de Hollywood.

Miguel de Molina y Rita Hayworth en The loves of Carmen, Teatro Broadway, Nueva York, 1940

Miguel de Molina y Rita Hayworth en The loves of Carmen, Teatro Broadway, Nueva York, 1940

La experiencia americana duró pocos años, Miguel, cansado de todo, regresó a Buenos Aires donde falleció en 1993 con 84 años.

Allí está enterrado, en el Panteón de la Asociación Argentina de Actores del cementerio de Chacarita. Nunca contó por qué no quiso volver.

«Es miserable, es mezquino que haya tenido que morir Miguel de Molina para ver rasgarse histriónicamente las vestiduras a quienes cuando vivía no tuvieron el gesto de decirle tan sólo: Miguel, te queremos»

Con esas palabras le dedicaba Carlos Cano Dormido entre Rosas, una canción que refleja esa historia que le contó la luna.  En el mismo elepé, Luna de Abril, aparece una versión de Don Triquitraque, copla compuesta por José María Lezaga y Alvaro Retana para Miguel de Molina en Esta es mi vida, 1952, película que cuenta la historia de un peculiar comerciante que desde La Habana, traía a España los artilugios más peculiares y exóticos que jamás podían imaginarse…

Dormido entre rosas y encajes de hilo,
soñando en los lirios que vienen del Sur,
buscando en la noche los claveles fríos
del amor prohibido vive el andaluz.

Sombrero en los ojos pañuelo esmeralda,
fuego en las pestañas ¡menudo valor!
Quedó en el olvido tal vez las razones
aquél pasodoble que en Madrid cantó,

Cuentan que en las noches de luna de mayo
entre lo malvado de la oscuridad,
se pinta los ojos, se muerde los labios
y abanico en mano se pone a cantar:

Ay rosa, Málaga bella, biznaga de mi pasión, 
donde yo aprendí a querer donde conocí el amor.

Ay rosa, Málaga bella, biznaga del corazón.
¿De qué me sirve volver? ¿De qué me sirve volver?
Si el amor se marchitó.

Preguntan las rosas ¿por qué fue al exilio?
Preguntan los lirios ¿por qué no volvió?
Tan sólo la luna y el amargo vino
saben los motivos de su corazón.

Cuentan que por rojo, por republicano, 
que andaba enredao con un militar,
cuatro señoritos de pistola en mano
sin voz lo dejaron en la madrugá.

Tono Cano
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