Y llegó la hora del plato estrella del memorial MásMorente, el concierto homenaje al Enrique Morente más rockero y eléctrico y su disco Omega (El Europeo, 1996). Un disco que levantó tantas ampollas en su momento como en el suyo La Leyenda del Tiempo de Camarón de la Isla; dos cantaores que, tras cantar todos los palos del flamenco, desobedecieron las leyes de la ortodoxia para, sin despreciar su origen, hacer del flamenco andaluz arte universal.
Durante la presentación del concierto, tras la exposición de fotos de Manuel Montaño, se comentó con el responsable de El Europeo el carácter provocador del granaíno… Una buena muestra de ello fue la presentación de este disco tan rompedor, tras un concierto de flamenco, cuando al terminar volvieron a levantar el telón con el público ya levantado y empezando a abandonar el local, se abrió el telón a la vez que llenaba la sala la potencia de la batería de Eric Jiménez y la distorsión de Lagartija Nick. Muchos entonces, sorprendidos, se quejaron, como cuando algunos puristas hicieron cola para devolver el disco de Camarón, exigiendo la devolución del dinero, ya que ese disco «no era flamenco«.
De las dos horas y media de concierto me gustaría destacar los que para mí fueron los mejores momentos, y no tanto los no tan buenos, ya fuera por un cable suelto o simplemente por no estar a la altura del homenajeado. Faltaron, de los anunciados, Jorge Pardo, que sí estuvo el día anterior, y Loquillo, que estaba preparando la grabación de su nuevo disco en directo en Granada y al que no se echó de menos.
Empezó el concierto homenaje con un martinete que aun sin caballo por momentos me recordó esa genialidad que creó Morente en aquel programa de monográficos presentado por Miguel Bosé llamado El Séptimo de Caballería. Después llegó el turno de La Mari de Chambao, que congenió muy bien con La Barbería del Sur, cantando primero Sacerdotes, ese tema de Morente inspirado en el Priest de Leonard Cohen, nacido desde un poema de Lorca en Poeta en Nueva York con influencias claras de Walt Whitman, La leyenda del tiempo y luego Lo bueno y lo malo, el tema más conocido de Ray Heredia y lo que algunos quisieron llamar «Nuevo Flamenco«. No recuerdo dónde leí que Enrique, en el entierro de Ray, víctima de la heroína en 1991, dio una voz a los presentes: «A ver si os enteráis que eso mata«. Algunos, ante la evidencia, le hicieron caso.
Raimundo Amador y Lin Cortés tocaron Lunático, de los Pata Negra, intercalando alguna coplilla de Morente. Quedó muy chulo, pena que un cable fallara y cierto pedal no volviera a tiempo a su sitio. Raimundo es el Jimmy Hendrix andaluz pero, a diferencia del zurdo, él no quema las guitarras, les pone nombre. ¡Qué músico más disfrutón!
Jorge Drexler vino de Brasil con una canción compuesta casi sobre la marcha pero en cuya lírica surgió una de las frases más bonitas de la noche: «La vida llenaba el vaso cuando cantaba Morente…«
Y voy a remarcar los tres momentos que más me gustaron de la noche: el primero, cuando Kiki Morente, que avanza pasito a pasito, se subió al escenario con su primo Popó y Paco Luque, el guitarrista de Hora Zulú, ahora en Fausto Taranto, para dejar boquiabiertos al personal con Aunque es de noche. He de reconocer que ya los vi en el concierto que dio Juan Habichuela nieto (que con humildad y trabajo dentro de 20 años será tan grande como Paco de Lucía) en la sala Príncipe de Granada y que ya me lo esperaba. Sonaron muy bien.
El segundo lo protagonizó un payo del norte que vino de la frontera de Al Andalus en la rivera del Ebro, Santiago Auserón —el mejor músico, con Antonio Vega, de todo eso que denominaron La Movida madrileña— para ofrecer al público unos tangos de Morente con coplas cuidadosamente seleccionadas y recogidas de varios discos de la discografía de Enrique que me dejaron un gran sabor de boca, como la versión cuban-jazz de Negra si tú supieras… Deliciosa.
«Quieren que me esté callao y a mi lengua le eche un núo, que esta gente son capaces de hacerle hablar a un múo…» cantaba el maño acompañado por unos músicos excepcionales entre los que estaban Joan Vinyals, el mago de Camagüey Moisés Porro y un enorme contrabajista Javier Colina, impecable toda la noche.
Encabeza esta terna de momentos el más reconfortante de toda la noche, el tema compuesto por Javier Ruibal, que solo en el escenario estuvo inmenso en su sencillez y genial en su humildad. Amorentarse es mirarse de frente y andar con humildad. Ruibal fue, sin duda, uno de los que más se preparó para este concierto tan especial. La canción se llama A Morente y es una maravilla: “Ay, Enriquito chiquillo otra vez la noche en blanco, siempre saltando fronteras con cantes de contrabando tú que no tienes bandera, dime qué andabas buscando…”. Todo el público entregado con la emoción a flor de piel.
Llama un alma de alelíes
a las puertas del Tabanco
Ay Enriquito chiquillo
otra vez la noche en blanco
Siempre saltando fronteras
con cantes de contrabando
tú que no tienes bandera
dime que andabas buscando
Tú garganta de alfarero
saca campanas del barro
porque aprendiste el oficio
en la orillita del Darro
Un espejismo de puertas
abiertas al paraíso
por las que sales y entras
sin temor y sin permiso
La luna vino a tu encuentro
te sostuvo la mirada
y que buscabas por dentro
anoche cuando cantabas
En el librillo del cante
luce con brillo tu nombre
No lo hubo más elegante
más flamenco ni más Hombre
Bendito desobediente
te escapaste de la noria
y Morente fue Morente
y la noria fue más gloria
Anda y que miren con lupa
la tropa de los miopes
tú cantando por farrucas
te los pasabas al trote
Enséñales navegante
de Granada al Universo
cómo se acuñan los cantes
y se defienden los versos
Como se cita de frente
con la verdad por delante
uno más entre gente
y sin embargo un gigante
Desde la Torre de la vela
viene sonando una zambra
mientras en un duermevela
tu vas soñando la Alhambra
La luna vino a tu encuentro
te sostuvo la mirada
y que buscabas por dentro
anoche cuando cantabas
En el librillo del cante
luce con brillo tu nombre
No lo hubo más elegante
más flamenco ni más Hombre
Bendito desobediente
te escapaste de la noria
y Morente fue Morente
y la gloria fue más gloria
Poco después, Bebe sufrió en La Aurora de Nueva York el mismo fenómeno que sufren algunos fans de Kiko Veneno cuando le piden que cante «Te echo de menos«. Entraron los Lagartija y empezó el Omega propiamente dicho con el Poema para los muertos, con Kiki crecido, Eric con su habitual contundencia presidiendo el escenario y Antonio Arias hiperactivo al fondo del escenario poniendo algo de orden.
Y subió Noni Meyers, desbordado por la cantidad de instrumentos que sonaban desde el escenario. Pudo salir mejor. Después El pequeño vals vienés con una Soleá espléndida y muy emocionada antes de que entraran Jota y Florent, los dos que faltaban para comenzar el Evangelio junto a La Mala, que no estuvo muy cómoda recitando En un sueño viniste, un tema de Enrique inspirado en letras de Al Mutamid, el rey poeta de Sevilla.
Ciudad sin sueño contó con la participación del bailaor Javier Barón, enorme, taconeando a las «iguanas vivas que morderan a los hombres que no sueñan…» Para terminar, Manhattan, con Eva Amaral manteniendo el tipo y Estrella que, con muchas tablas pero sin darlo todo, supo transmitir al público la emoción del momento.
Terminó la canción que abre el histórico disco con todos los artistas sobre el escenario y al marcharse se quedaron los tres hermanos cantando un soneto que Sabina escribió para el disco que publicó Enrique Morente con Sabicas en 1990.
Esa voz que se juega la vida
esa mano mirando al vacío
esos dedos hurgando en la herida
esa liturgia del escalofrío
Acabó el concierto y una cosa quedó clara: Enrique Morente era único. Pasará mucho tiempo hasta que surja alguien parecido, porque igual imposible.
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