Música

Emilio el Moro (y sus murgas)

Emilio el Moro (y sus murgas)

«Tengo dos grandes aficiones: los toros y la pesca. Y una gran manía: comer con los dedos sentado en el suelo, a la usanza mora» Emilio el Moro

Hubo una época en la vida de Emilio Jiménez en la que fue considerado la mayor promesa del flamenco del Norte de África, nacido en Melilla, en la carretera del cementerio el día de los difuntos de 1923, pronto abandonó la escuela, por eso, tal vez, se definía muchas veces como analfabeto; «como todo el mundo» decía, ya que «la gente muere sin saber el 99% de las cosas«.

Entonces no le faltaba razón, no sé si ahora con internet lo hubiera dicho. O me temo que si. Aunque empezó trabajando encalando con la brocha gorda a Emilio lo que le gustaba era cantar. A los quince empezó a ganar concursos de cante flamenco y no tardaron mucho en sonar sus tientos, fandangos, polos y soleares en Radio Melilla, algunos de los cuales empezó a cantar al acostar por la noche a su hermano pequeño. Autodidacta, llegó a adquirir con el paso del tiempo un dominio tal, que era capaz de tocar un fandango de Cantimpalo mientras toreaba.

A los 23 años se fue a probar suerte en Madrid, llegó a la capital gracias a las 500 pesetas que le dió el capitán que tuvo cuando hizo la mili -Regimiento Mixto de Artillería número 32 de Melilla-, con ellas, además pudo comprarse una guitarra, una chilaba, unas babuchas y una tableta de chocolate.

Actuó una noche de verano, en el popular parque del Retiro, cantando flamenco con escaso éxito. Emilio entendió rápido que aquello no era Radio Melilla y para su segunda actuación improvisó recordando las trastadas que hacía de pequeño, como cuando por ejemplo, para hacer reir a los demás, se ponía a hacer bobadas con un calcetín a rayas en la cabeza. En esta ocasión se lió una funda de almohada a modo de turbante y con betún se pintó una barba, se vistió con una sábana blanca a modo de chilaba y se calzó las babuchas.

Y se puso a cantar flamenco, al estilo árabe, decía, y con la emoción de ver más público creció su entusiasmo y en un movimiento extraño con los pies se le escapó una babucha que fue a parar a la calva de un señor ubicado en la tercera fila. Descojone general, luego resultó ser un empresario que lo acabo contratando. Al día siguiente, visto el éxito, decidió repetir el lanzamiento de babucha, esta vez a propósito, pero como confesó en alguna entrevista, «le dió a una señora en un ojo y quiera usted saber la que se armó«.

Así nació la leyenda de Emilio el Moro.

A partir de 1950, cuando además de El Moro era conocido como El cantor de las siete voces -por su capacidad para variar el tono en una misma canción- cambió la chilaba y las babuchas por el fez y se especializó en versionar las coplas que causaban furor aquellos años, convirtió La niña de fuego que interpretaba Manolo Caracol, el bisnieto de El Planeta y ahora versiona brillantemente Pony Bravo, en La niña de la candela, Ojos verdes de León, Quiroga y Valverde -que cantaba por entonces Conchita Piquer- en Billetes verdes, Mi carro, del estandarte nacional del franquismo sociológico en la sensacional Mi suegra, Soy minero del gran Antonio Molina en Soy cartero y acabó siendo tan popular como famoso por el surrealismo de sus letras, que casi siempre tenían el denominador común del hambre. Cuentan algunos que en aquella época ni el mejor chirigotero podía hacerle sombra. Tela.

Emilio murió por culpa del tabaco, en 1987. Encendió un cigarro y explotó tragicamente una bombona de gas que estaba mal cerrada. Dejó grabados más de cuarenta discos.

«A la lima y al limón, ¿cómo quieres que te quieran? Si eres una coliflor y además no te peinas…»

Emilio el Moro con El Gordo y el Flaco

Emilio el Moro con El Gordo y el Flaco

«Para don Emilio Jiménez, Emilio el Moro, que me alegró las colas de la leche americana y el cartón de pobre. ¡A su salud!».

Así le dedicó Carlos Cano Las murgas de Emilio el Moro a un artista que consiguió hacer reír de manera sana a mucha gente que lo estaba pasando mal pero que a la vez, era una canción muy crítica con la situación sociopolítica andaluza y que le supuso al granaíno estar vetado en Andalucía por el mismo PSOE que años más tarde, ya muerto en la plenitud de su carrera, le nombraría Hijo Predilecto de Andalucía.

Yo no he atacado a Felipe, he atacado a una serie de cosas que el representaba, el tema de la OTAN, etc., y me ha costado mucho profesionalmente. He pasado de la oscuridad de la dictadura al palo de la democracia. Ellos han sido un problema para mi por mi manera de pensar, para mi y para muchos compañeros. Javier Krahe, por el Cuervo ingenuo, y yo, por Emilio el Moro, fuimos las dos personas puteadas. Desconfío del poder, del PSOE que lo detenta ahora, y la misma desconfianza me inspira el PP”. Carlos Cano.

La historia del veto tiene su aquel, en aquellos tiempos al felipismo -ya sin las ideas marxistas de Pablo Iglesias- no le interesaba un cantante más pendiente de las raíces culturales de Andalucía que de los nuevos altares de la movida madrileña, donde además de la creatividad de grupos tan notables como Radio Futura, Los Secretos o Nacha Pop surgieron algunos a rebufo de la política que siendo mediocres, se hicieron de oro. Curiosamente el PSOE, fundado en Madrid, vió como años más tarde y coincidiendo con el fin de la movida perdía la alcaldía de Madrid en una moción de censura a Juan Barranco desde la cual no levantan cabeza.

Las Murgas de Emilio el Moro le supuso a Carlos Cano ver reducido en casi un 90% los conciertos de un verano a otro, y viendo que algo raro pasaba -cosa que confirmaría gracias a que algún torpe envió por error una lista negra a quien no debía- escribió a Alfonso Guerra para pedirle una cita y enterarse de lo que pasaba.

Guerra accedió a verlo sin publicidad en el Palacio de la Moncloa a finales del verano de 1986, y tras pasarse más de una hora dialogando sobre la visión que tenían ambos de Andalucía, Alfonso le dijo que no se preocupara… De Despeñaperros p’arriba.

Al llegar a Granada, Carlos recibió varias llamadas, la primera de un alto cargo de la Consejería de Cultura que le dijo que él no tenía nada que ver «con lo suyo«, Carlos le preguntó que qué era «lo suyo» y el consejero enmudeció. ¿Se había delatado?

La canción esta incluída en el albúm Cuaderno de Coplas, 1985 y en su letra podemos ver referencias a Felipe González, al partido socialista y sus cambios de parecer en las vísperas del referéndum de entrada -o no- en la OTAN, a Rafael Escuredo y el despacho de abogados que estaba montando en Madrid, los astilleros de Puerto Real, en plena batalla campal, o la estampa de los niños gaditanos vendiendo por las carreteras lo que podían recoger de la tierra. La letra no tiene desperdicio.

Se fueron los pieles rojas a Jolivú,
vinieron los federales ¡tatachán!
y en mitad aquel ziquitraque se lió:
Toro Sentado ojú –decía–¡cuchi la caballería! y de teniente Glen Ford.
Hay que ver Maribel la cosa cómo estaría
que Emilio el Moro salió cantando por alegrías.
 
Alegría la traigo a espuertas viene de Cai qué calor-.
Alegría tienen las jambres de Andalucía.
frigoríficos volando la reconversión naval:
¡Guardias no tiréis pelotas que pa pelotas Puerto Real!
 
Vecina asómate al patio ¡Maricruz!
a ver quién me aclara a mí este rebujar:
que si dentro, que si fuera, tú dirás.
que si bases, que si OTAN, que si Morón,
que si Rota y el Peñón de Gibraltar.
Hay que ver Maribel esto sí que es Carnaval.
arsa y olé ¡viva Cai! y to la tribu de Alí Babá.
 
Como quieras que yo te quiera
¡ay! yo te quiero –qué valor–
Como quieras de marinera o de marinero
¿Salga el sol por Antequera?
Con tal de que salga ya
que salga por donde quiera
lo que hace falta es tirititrán.
 
¡Espárragos, caracoles, tagarninas de la sierra!
a manojitos los niños venden por las carreteras.
No sé por qué te lamentas en vez de enseñar los dientes
ni por qué llamas mi tierra a aquello que no defiendes.
Si en vez de ser pajaritos fuéramos tigre bengala
a ver quién sería el guapito de meternos en una jaula.
 
Me han dicho que has puesto en Madrid
un despacho de mucho postín
¡Colócanos! ¡Colócanos! ¡Ay por tu madre colócanos!
¡Colócanos! ¡Colócanos! ¡Ay Titi colócanos!
 
¡Ay! Felipe de la OTAN cataflota verigüel
… llegará a ser un gran torero como Velázquez y Gregory Peck.
 
Contraviento, contraviento yo me muevo a contraviento.
Y es por mi mala cabeza que me muevo a contraviento
y me paso de la raya que a mí no me dobla el viento.
Cascarabitos me los comía y así las jambres se entretenían.
no se me vaya a subir la rama de ¡perejil: ¡Sí!…».

Tono Cano
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