Literatura

Antonio Muñoz Molina, príncipe de Asturias

Antonio Muñoz Molina, príncipe de Asturias

Conocí a Antonio en Granada, claro. Él estudiaba Historia del Arte en la Facultad y teníamos amigos comunes. Años de final del franquismo y principios de la democracia. Los amigos comunes eran de las tierras de Jaén o seminaristas antiguos, aunque esta es otra historia.

Antonio entró a formar parte de lo que llegaría a ser el Partido Socialista de Andalucía, que en las primeras elecciones municipales de la democracia fuera el primer partido de la izquierda en Granada y por eso fue escogido como personal de confianza para trabajar para el grupo andalucista en la zona de Cultura. Recuerdos de campañas electorales, de pegar carteles, de moniciones morales con sentido…

Estábamos entonces con la Editorial Aljibe, en la que participaba mucha gente de la izquierda (y no izquierda) andalucista de Granada, y ya me confesó un día que si éramos capaces de publicarle un libro que tenía en la cabeza. Por supuesto le dije que sí (a osado no me gana casi nadie).

Un grave desencuentro interno partió a aquel PSA y el grupo municipal andalucista de Granada quedó en nada, nadie quiso ocupar el lugar de los expulsados… Antonio siguió como trabajador del Ayuntamiento y al cabo de los años aseguró su plaza como funcionario.

Comenzó a colaborar en el nuevo Diario de Granada con unos artículos encuadrados bajo el lema de El Robinsón urbano. Este excelente diario en su primera etapa trató de aguantar entregándose al pujante psoecialismo pero acabó cerrando. Luego, Antonio Muñoz Molina colaboró una temporada con el diario Ideal de la misma ciudad.

Publicó un par de libros de artículos y el Beatus ille, luego El invierno en Lisboa, que alcanzó un formidable éxito. Firmó un contrato con Seix Barral y terminó su vida de empleado municipal.

Nadie podrá borrar los momentos de conmilitancia política ni la amistad de aquellos tiempos.

Estuvo tiempo después en el Instituto Cervantes de Nueva York y allí parece que recuperamos al Antonio Muñoz Molina que yo había admirado años antes: crítico, nada sectario. Se buscó muchos adversarios gratuitos con los de la ceja.

Hoy lo han hecho Príncipe. A su padre le habría gustado verlo. Y mucho.

Y a mí me ha encantado. Felicidades a los de Sabiote, a los de Úbeda, a los Profetas… En el fondo, el tiempo nos da la razón.

¡Enhorabuena, Antonio, por hacernos mejores!

Eladio J. Fdz-Nieto
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