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¿Qué puede pasar en el norte de Malí?

Tras la toma violenta de las ciudades de Gao, Tombuctú y Kidal a manos de grupos radicales y tuareg nadie sabe a ciencia cierta lo que está ocurriendo en la región.

Manuscritos andalusíes en el Sáhara. Fotografía de Jaled Ibarra

Por Jaleb Ibarra. 

Los tuareg son un pueblo sin nación que han vivido desde hace cientos de años en varias regiones del Sahara. De origen bereber, con una lengua propia y escrita, el tamasheq, la vida de este grupo humano legendario ha venido marcada por los desplazamientos en busca de pastos para el ganado a través de la inmensidad del desierto. Con la colonización europea del siglo XX, el pueblo tuareg quedó dividido entre Níger, Libia, Malí y Argelia. Sin documentación y sin interés por las fronteras impuestas, han sido maltratados tras las independencias tanto o más que en los tiempos de la colonización. Por este motivo, los alzamientos contra los diferentes gobiernos son una constante. El último enfrentamiento ha sido forjado junto a grupos radicales fuertemente armados gracias al descontrol que reina tras el derrocamiento del Gobierno de Gadafi en Libia.

Según fuentes periodísticas que permanecen en Bamako, lejos de la zona, los radicales islámicos de Ansar Dine dominan a los tuareg del Movimiento Nacional (MNLA) para la Liberación del Azawad. Parece ser que los tuareg laicos del MNLA solo han servido como herramienta para ganar la guerra y han pasado a ser víctimas de las históricas pretensiones de tener una nación. Solo en el mes de septiembre, decenas de tuareg han sido asesinados por no obedecer las ordenes de los que mandan ahora en el norte de Malí. Los radicales islámicos, lejos de amedrentarse, han comenzado con la destrucción de varios enterramientos de los 333 santos sufíes en la mezquita andalusí de Djimguereber, por lo que es, entre otras cosas, conocida la ciudad de Tombuctú. La puerta de la madrasa de Sankore también ha sido destrozada. Los famosos griots ya no pueden cantar los Poemas del Qurtubi. Los responsables de la Fundación Kati, que conserva entre su colección decenas de manuscritos andalusíes con más de 400 años, ya han dado señal de alarma. El valioso patrimonio andalusí de la mítica ciudad puede estar en peligro.

Tuareg en Tombuctú. Fotografía de Jaled Ibarra

Según el criterio de estos grupos armados, de una ignorancia que raya la locura, todo lo que rodea a la cultura islámica tiene que desaparecer: la arquitectura, la música, el arte o las ciencias deben prohibirse. «Sólo existe Dios» y lo demás sobra. Ellos, que se hacen llamar «defensores del Islam», son sin duda el peor cáncer que sufre. Los 1.500 millones de musulmanes son sus principales víctimas. Estamos ante un atentado contra las señas de identidad de un pueblo en su conjunto que, lejos de afectar solamente a los habitantes de la Curva del Níger, afecta directamente al Patrimonio de la Humanidad.

Mezquita andalusí de Djimguereber. Fotografía de Jaled Ibarra

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