«Voy a salir a buscar la verdad sobre mi país».
John Steinbeck
A Dimitris Christoulas, un hombre digno.
Dimitris Christoulas, farmacéutico jubilado, se pegó un tiro en la plaza Sintagma de Atenas y la tierra no se sobresaltó. En la nota que dejó escrita, traducida al final de este artículo, menciona a un ministro de nombre Tsolakoglou. Curiosa restauración de la memoria.
Este ministro fue el artifice colaboracionista de la ocupación nazi del norte de Grecia. Facilitó el exterminio de la comunidad judía (sefardí) de Salónica. Más de ochenta mil sefardíes salieron de Salónica en trenes hasta Auschwitz/Birkenau y nunca volvieron. Su mención a este complice del exterminio es un acto de justicia restaurada. Abre el archivo cerrado de la historia. Como lo abrió Mohamed Bouazzi en Túnez. Los que abren los archivos y expedientes cerrados (injustamente) de la historia son dignos de admiración.
Dimitris Christoulas se pegó un tiro porque no podía soportar ver reducida su vida a un despojo de la historia. Harto y cansado, se rebeló en este último acto… Todo se eclipsa ante el último acto. Un acto como revés de la vida. Dimitris escribe que «he decidido poner fin a mi vida de esta forma digna»… y la lógica del mensaje supera a la lógica de la sintaxis. Palabras convertidas en signos que, a veces, no se comprenden.
La vulgata mediática sacará del cubo de la basura múltiples interpretaciones. Psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas, curas, médicos, sociólogos y políticos de todas las marcas acudirán como las moscas y justificarán y banalizaran este acto. Depresión, angustia, estado de ánimo, crisis aguda de ansiedad…
Walter Benjamin decía que nada irrita más que el rostro hipocrático de la Historia. Por eso se oculta. El rostro del dolor, del sufrimiento y de la injusticia siempre se oculta. Porque irrita. Porque molesta. Dimitris Christoulas, con su último acto, ha construido un relato como narración del dolor y nos ha provocado a muchos un sentimiento de agitación y perturbación dificil de explicar. Una conmoción que nos debería rescatar.
Porque no hay ética sin testimonio. No la hay… Ay!
“El Gobierno de Tsolakoglou ha aniquilado toda posibilidad de supervivencia para mí, que se basaba en una pensión muy digna que yo había pagado por mi cuenta sin ninguna ayuda del Estado durante 35 años. Y dado que mi avanzada edad no me permite reaccionar de otra forma (aunque si un compatriota griego cogiera un kalashnikov, yo le apoyaría), no veo otra solución que poner fin a mi vida de esta forma digna para no tener que terminar hurgando en los contenedores de basura para poder subsistir. Creo que los jóvenes sin futuro cogerán algún días las armas y colgarán a los traidores de este país en la plaza Syntagma, como los italianos hicieron con Mussolini en 1945″.
Dimitris Christoulas
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