Paisaje de los sentidos. Memoria
La permanencia de las ruinas impone un sentido a la interpretación estética del Parque, frente a la ascendente concepción de la estadística económica. La tierra de nadie está en retirada. Los lugares sin nombre van en retroceso. Apenas queda la memoria. La reivindicación de los fantasmas que habitan los cortijos abandonados recorre los círculos del aire sin apenas eco. El clamor recorre en ocasiones un murmullo de voces imperceptibles. Desde aquellos tiempos en que se reivindicaba la protección del espacio natural frente a los proyectos desarrollistas. Vinieron otros tiempos, pero se mantiene el riesgo: “Hay un expolio continuo del patrimonio histórico, arqueológico y cultural del parque” (Grupo Ecologista Mediterráneo, 1992).
La rehabilitación transforma el sentido de la identidad. Es el dilema. El enigma que encierra los sentimientos de la tierra. “La gestión de los parques naturales se ha hecho de espaldas al patrimonio”, advertía el historiador Antonio Gil Albarracín en 1994, en una trayectoria de estudio sobre un patrimonio histórico, que reclama para la Humanidad, entre atalayas, fortalezas, castillos en Rodalquilar, San José, Cala San Pedro, Escullos.
En 1998, el I Encuentro Medioambiental alertó sobre el proceso de degradación, para que la memoria no fuera engañada. En 1999, Antonio Gil Albarracín reafirmó: “El patrimonio histórico es fundamental en el Parque Natural”, ante un paisaje que mantiene en pie las sombras de 14 fortificaciones, construidas entre los siglos XVI y XVIII. Y dos propuestas de monumentos naturales: El Cabo y El Hoyazo, el lugar de observación de los siglos y el refugio del volcán de millones de años.
La principal generosidad del horizonte está en el patrimonio rural, el discurso que envuelve en una misma radiografía a 144 monumentos tecnológicos (aljibes, norias, molinos, molinas). Inscritos para ser declarados Bienes de Interés Cultural de Andalucía: 132 en Níjar, cuatro en Almería, ocho en Carboneras. La historia anónima se mueve con señas de identidad, por ejemplo en los aljibes dela Joyay del cortijo Los Pacos en Aguamarga.
Reivindicación del patrimonio etnográfico: “El aislamiento, así como su insólita belleza, han convertido esta zona, según la moderna voluntad estética, en un lugar de indudables valores artísticos que ha atraído a pintores, fotógrafos, escritores y literatos de muchos países… Hay cortijadas ruinosas que ya pertenecen al paisaje, recuerdan el pasado de lo que fue. Es importante el patrimonio en relación con el paisaje porque explica la historia del asentamiento” (Estudio de Juan Salvador Lopez Galán, Jaime López Gómez, Eugenio Cifuentes Vélez, 2000). Impone el sentido del espacio vivido y la universalidad social del lavadero y la noria.
Cortijo del Fraile (siglo XVIII) es un símbolo por la tragedia. Ya bajo la aureola de la protección, que no ha impedido que el tiempo deje las huellas. La situación ha llevado a escritores de diverso origen y lugar a la proclamación del Manifiesto del Cortijo del Fraile. Un estudio arquitectónico pone en el horizonte proyectos varios. Museo etnográfico. El espíritu de Bodas de sangre permanece por lo que pueda interpretar el viajero. El entorno del Fraile es un escenario mágico, un reducto fascinante en medio del proceso vital de las ruinas. “Llevo años imaginando el Cortijo del Fraile y me he encontrado con el paisaje como lo soñé” (Ian Gibson, 1998).
Patrimonio natural y cultural van unidos en esta memoria recuperada. Forman parte de la misma esencia, cuando ambos comparecen. Frágiles. Auténticos. Efímeros. Eternos.
El arquitecto Álvaro Siza ha construido en sueño su personal remodelación de un paisaje intocable. Recorrió estos lugares con José Ángel Valente y aprendió a mirar la belleza del Cabo donde cada lugar impone su identidad. Y así el arquitecto forjó su obra más imposible: “La parte central de la concepción de mi proyecto es el paisaje” (Alvaro Siza, 2000).
Existe la música, sentida en el Sur, “La pasión del Mediterráneo, ha marcado mi vida muy profundamente” (Paxariño, 2001).
El lugar de la escapada. La escritora madrileña Mercedes Soriano encontró en Las Presillas Bajas la razón de Don Quijote, el recuerdo de su primera lectura obligatoria que le persiguió toda su vida. Siguió oyendo el recuerdo de aquellos cuentos de su infancia en la radio y sus citas con la literatura al margen. Su escapada terminó en 2002. Recuerdo sus palabras: “Yo siempre he leído y escrito buscando más allá de lo concreto”. Su memoria permanece en el aire de este horizonte. “Las ruinas cobijan jardines inesperados, surgidos casi en absoluto recogimiento, al resguardo de la intervención humana, si bien son recintos preferidos por finos lagartos y abunda en ellas aleteo de pájaros, que se sienten al amparo sobre las ramas de los árboles gandules que prosperan en su suelo…” (Una prudente distancia, 1994).
Y Rodalquilar, espíritu femenino de liberación. “En Rodalquilar nació el espíritu rebelde y conciencia de lucha de Carmen de Burgos” (Paloma Castañeda, Carmen de Burgos, Colombine, 1996).
También te puede interesar...
- José Guirao Cabrera, homenaje permanente - junio, 2023
- Ginés Cervantes, entre la pintura y la poesía desvelada - mayo, 2023
- La Desbandá inspiró a Picasso - abril, 2023
