Espacios naturales

Paisaje de los sentidos. Voces

Parque Natural Cabo de Gata paisaje de los sentidos

Paisaje de los sentidos. Voces

El sentido patrimonial de la esencia cultural es el primer dilema. “Cabo de Gata es un paisaje cultural imprescindible para nuestra identidad” (Antonio Gil Albarracín, 2000). Las voces envuelven a los espectadores en aras de un progreso que siembra de víctimas inocentes el tiempo de la historia. Es la principal amenaza a la razón del paisaje. “La crisis del medio ambiente es una crisis de civilización. La economía ha colonizado todo, hasta la ética” (Nicolás Martínez Sosa, en Almería, 1994), en unos tiempos en que el desencanto desemboca en el compromiso ecologista.

El momento de las sensaciones está en diálogo con el pensamiento crítico. Es la llave para entrar en el interior del paisaje. Idealización de una realidad extraña. De ahí las razones del tiempo aparentemente detenido, pero que se mueve al margen de la frialdad tecnológica. “La crítica es consustancial a la cultura. Para innovar hay que conocer a fondo de dónde se viene. Y eso exige que tiene que haber un sentido crítico con lo establecido” (José Guirao Cabrera, entonces director del Museo Reina Sofía, en Rodalquilar, 1997). Reflexión sobre la actitud ante la vida que abre nuevos horizontes. En este momento, cuando el poblado minero de Rodalquilar, por ejemplo, intuye cómo se modifica su tiempo agónico y superviviente con la imposición de otro tiempo, se produce un proceso de conversión. Y siente el dolor de la metamorfosis. Se requiere, pues, el proceso interior de entrar en lo sagrado. “Viniendo de fuera, la retina se adapta con dificultad a la penumbra” (Juan Goytisolo, Campos de Níjar, 1959).

El sentido creador busca respuestas en estos parajes. Hay momentos para la duda, para la intuición, por qué solo es aquí donde se produce el encuentro. Voces que justifican la razón de ser cultural. Lo popular impone la forma de vivir, que es precisamente lo que cautiva al viajero de estos lugares y le hace detenerse. Impone la serena quietud de la mirada del pintor, del fotógrafo, del poeta, del paseante anónimo, de quien busca sensaciones y siente cómo se remueve algo para proyectar a continuación el logro de las palabras.

La arquitectura popular, sus huellas, el patrimonio hidráulico reconvertido en fantasmas espirituales del misterio, la tecnología de una forma de ser en el paisaje rural, una forma de estar en el paisaje. El héroe sobrevive en este histórico ambiente hostil. Un ejemplo se presenta en un recorrido hacia Cala San Pedro, frente a la leyenda del suceso y el escándalo. El diario personal del periodista escribió: “En Cala San Pedro entra quien quiere. Y no todo el mundo quiere. La clave es el espíritu personal con que se quiera mirar uno de los paisajes simbólicos más elogiados y menos conocidos del parque natural” (1998), en medio de una prudente actitud de la vida alternativa.

El tiempo se ha encargado de forjar la vida cotidiana. Sin prisas, sólo posible en esta aridez, donde la sabiduría rural ha puesto nombre próximo a la vegetación, a la flora y ha sembrado de secretos la botánica de los pueblos para hacer milagros.

Miguel Ángel Blanco Martín
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